“Un antojo no debería pasarle factura al cuerpo.”
Durante años, cada vez que comía un postre tradicional o una simple tostada, terminaba sintiéndome agotada. Era como si mi energía se desvaneciera de golpe, seguida de una ansiedad que me pedía más, sin nunca sentirse satisfecha. Me parecía normal… hasta que empecé a preguntarme: ¿tiene que ser así?
Fue por pura curiosidad que decidí mirar más de cerca los ingredientes. Siempre había oído hablar de alternativas a la harina de trigo refinada, pero confieso que nunca me animé a probarlas. Pensaba que todo iba a salir seco, insípido, con textura de cartón.
Y, para ser sincera, al principio fue exactamente así. Recuerdo que hice un pie de manzana con harina de quinoa, solo cambiando ese ingrediente en una receta clásica. Salió tan duro que tuve que botarlo entero. Pero algo en mí se activó. No quería rendirme. Quería descubrir cómo podía hornear postres que me hicieran bien, sin sacrificar sabor ni disfrute.
Con el tiempo, entendí que el problema no era solo la textura o el sabor. La harina refinada de trigo está tan presente en nuestra alimentación que la damos por sentada, sin darnos cuenta de su impacto real. Hoy sabemos que el consumo elevado de carbohidratos refinados está estrechamente ligado a la resistencia a la insulina y al síndrome metabólico, una condición que afecta al 35% de la población en EE. UU. y que predispone a la diabetes tipo 2, inflamación y fatiga crónica. Cambiar a harinas integrales es un pequeño paso, pero lo verdaderamente transformador es aprender a prescindir de los granos refinados por completo y nutrirnos de forma más consciente.
Así nació una nueva etapa en mi cocina: una donde cada postre podía ser también un acto de cuidado. Hoy te cuento por qué en Gabuccino decidí decirle adiós a la harina de trigo refinada y qué ingredientes uso en su lugar —harinas que no solo son más amables con el cuerpo, sino que también te nutren, te sacian y te hacen sentir bien.
¿Por qué no usamos harina de trigo refinada?
Aunque es uno de los ingredientes más comunes en la repostería tradicional, la harina de trigo refinada ha demostrado tener múltiples efectos negativos sobre la salud cuando se consume con frecuencia:
- Picos de azúcar en sangre: al estar desprovista de fibra y nutrientes, la harina refinada se digiere rápidamente, elevando la glucosa en sangre y forzando al cuerpo a producir más insulina. Con el tiempo, esto puede contribuir a la resistencia a la insulina y al síndrome metabólico.
- Inflamación y salud intestinal deteriorada: este tipo de harina alimenta una microbiota intestinal poco favorable, lo cual puede promover procesos inflamatorios crónicos en el cuerpo.
- Baja densidad nutricional: al ser altamente procesada, pierde gran parte de sus vitaminas, minerales y compuestos beneficiosos, convirtiéndose en una fuente de calorías vacías.
- Efectos sobre el estado de ánimo: los picos y caídas de azúcar en sangre asociados con su consumo pueden afectar los niveles de energía y hasta generar irritabilidad o ansiedad.
En resumen, la harina refinada puede contribuir al cansancio, la inflamación, la ansiedad por el azúcar y la desregulación metabólica.
Por fortuna, existen muchas otras harinas que no solo son más nutritivas, sino que también aportan sabor, textura y bienestar. En Gabuccino, las hemos explorado una a una para ofrecerte lo mejor.
Las harinas que sí usamos (y cómo ayudan a tu cuerpo)
En Gabuccino no usamos harinas al azar. Cada una tiene una razón de estar ahí: por su sabor, su textura, y sobre todo, por lo que puede aportar a tu bienestar. No prometemos milagros —porque ningún alimento lo hace por sí solo—, pero sí creemos que cada ingrediente saludable es un pequeño acto de amor hacia tu cuerpo. Aquí te cuento sobre nuestras favoritas:
Harina de Coco
Rica en fibra, lo que ayuda a que la digestión sea más lenta y estable, evitando picos de azúcar que pueden generar cansancio o ansiedad por más dulce. También contiene grasas buenas que te dejan satisfecho por más tiempo.
¿Y eso qué significa? Que puedes disfrutar tu postre y sentirte lleno sin necesidad de repetir.
Usamos esta harina en: Muffins de Te Chai, Duquesa Dorada.
Harina de Almendra
Fuente de vitamina E (antioxidante), grasas saludables (buenas para el corazón) y magnesio, que ayuda a la función muscular y al sistema nervioso.
¿Y eso qué significa? Que contribuye a una piel más saludable, protege tu corazón y ayuda a tu cuerpo a manejar mejor el estrés.
Usamos esta harina en: Strudel de Manzana, Suspiro de Medianoche, Torta de Fresa.
Harina de Amaranto
Contiene calcio, hierro y todos los aminoácidos esenciales. Es especialmente útil para personas que necesitan apoyar su salud ósea y su energía diaria.
¿Y eso qué significa? Que ayuda a mantener huesos fuertes, a transportar mejor el oxígeno por tu cuerpo y a sostener tu energía sin depender solo de azúcar.
Usamos esta harina en: Donas de chocolate, Duquesa Dorada.
Nota Gabu: Tiene un sabor intenso, pero en las manos correctas, desaparece mágicamente detrás del cacao o la banana.
Harina de Avena
Conocida por su contenido de betaglucanos, un tipo de fibra que puede ayudar a reducir el colesterol y a mantener la digestión saludable.
¿Y eso qué significa? Que puede contribuir a una mejor salud cardiovascular y a sentirte más ligera después de comer.
Usamos esta harina en: Panqueques de banana, Muffin de Manzana, Torta de Matcha.
Harina de Quinoa
Contiene proteínas completas (con todos los aminoácidos esenciales), hierro y antioxidantes.
¿Y eso qué significa? Que es buena para reparar tejidos, mantener la energía y apoyar tu sistema inmunológico.
Usamos esta harina en: Muffins de quinoa y banana, mezclas especiales.
Harina de Garbanzo
Altísima en proteína vegetal y fibra. También contiene hierro, magnesio y zinc.
¿Y eso qué significa? Que ayuda a que tu cuerpo se recupere mejor, mejora la digestión, y apoya tu sistema inmune y metabolismo.
Usamos esta harina en: Muffins de Banana y Chocolate.
Ninguna harina, por maravillosa que sea, hará cambios mágicos por sí sola. Pero cuando eliges conscientemente lo que comes —aunque sea un postre—, estás construyendo una relación diferente con tu cuerpo. Comer saludable no se trata de privarse, sino de nutrirse con placer.
Cada elección sana suma. Y si la haces con alegría, vale el doble.